En el Día mundial del medioambiente indígenas de Mogótavo reconocen que un aprovechamiento responsable y con perspectiva ambientalista, es la única forma de llevar el desarrollo a las comunidades sin arriesgar el ecosistema de la Tarahumara
Chihuahua.- Los pueblos y comunidades indígenas del estado de Chihuahua pasaron el Día mundial del medio ambiente en resistencia: pues el espíritu de la defensa de sus territorios y de sus recursos naturales, es el del cuidado ambiental y el equilibrio que debe haber entre la raza humana y la naturaleza.
Este 2017, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) impulsa a la población mundial a que recupere el vínculo con la naturaleza y reflexione sobre los lazos que unen a las mujeres y los hombres con todos los seres vivos del planeta, para así tomar responsabilidad de su cuidado y aminorar su menoscabo.
Esa reflexión es la base de la resistencia indígena en Chihuahua, en México y en el mundo: la Red en defensa de los territorios indígenas de la Sierra Tarahumara, conformada por Alianza Sierra Madre, Consultoría Técnica Comunitaria y Awé Tibúame, acompañan y asesoran a los indígenas que con valentía y arrojo han luchado durante décadas no sólo por conservar el patrimonio de sus descendientes, sino del mundo entero.
El sensible equilibrio que han desarrollado los ecosistemas durante millones de años, dan hogar y sustento, no sólo a las personas que viven en el campo, sino también a quienes habitan las grandes ciudades; lamentablemente, el consumo masivo de los recursos naturales, el interés económico de las grandes corporaciones, y las políticas públicas irresponsables han roto ese equilibrio, poniendo en riesgo miles de vidas humanas.
Tal es el caso de la comunidad de Mogótavo: donde hace 60 años hubo un denso bosque de pinos y encinos, hoy escasean los recursos naturales y la tala inmoderada e irresponsable ha generado la falta de agua y el peligro de cientos de especies animales y vegetales.
Lo que mujeres y hombres mestizos ven como desarrollo, indígenas observan como ecocidio: la construcción de carreteras, vías ferroviarias y más recientemente, el gasoducto, ha llevado a la ruina ecológica la zona de Mogótavo, en donde los territorios y formas de vida de sus habitantes peligran, pues se sirven precisamente del uso de los recursos comunales.
El turismo se suma a la explotación irresponsable del bosque y contamina la poca agua que queda en la región. La necesidad de agua en las comunidades es crítica, mientras la Junta Central de Agua y Saneamiento se niega a cumplir la orden judicial que le ordenó garantizar el acceso al agua potable para los habitantes de Mogótavo.
La controversia territorial y la inseguridad de la posesión de la tierra, también arriesga el profundo conocimiento y la importante tradición de la medicina natural entre la gente rarámuri; la contaminación lumínica y acústica que genera el turismo aleja a la fauna y arriesga al ecosistema.
La respuesta es el turismo responsable y comunitario: proyectos que desarrollen los mismos habitantes de la Sierra Tarahumara que con sus conocimientos y cuidando del ecosistema, garanticen un turismo de bajo impacto, responsable y sustentable que detenga la contaminación, la tala inmoderada y el peligro de miles de vidas humanas.
Sólo así nuestro estado y nuestro país, podrán alcanzar los objetivos suscritos en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, en la que se implementarán acciones que contribuyan a sanar y proteger al planeta sin comprometer los recursos naturales para futuras generaciones.